Artículo para la revista En Femení, n° 94 Otoño 2023.
“Ámbar, las lágrimas de las Helíades“
Pasear por un bosque en otoño es un auténtico deleite para los sentidos, los árboles se tiñen de colores que van desde el ocre hasta el granate, pasando por una extensa gama intermedia de naranjas. Entre estos últimos podríamos destacar el color ámbar, ese tono entre amarillo y naranja que también da nombre a la piedra protagonista de este artículo. La piedra de ámbar puede encontrarse en una amplia gama de colores que va desde el blanco prácticamente translúcido hasta el negro, pasando por marrón, naranja, rojo y verde azulado.
Al igual que los bosques, el ámbar alberga vida en su interior. El proceso de formación de esta piedra es realmente maravilloso ya que se origina con la resina que ciertos árboles (principalmente coníferas) generan a modo de defensa contra enfermedades y plagas. Cuando la resina se escurre sobre los troncos, se solidifica y en este proceso puede capturar materia orgánica que queda fosilizada para siempre en su interior. Así, podemos encontrar ejemplares de ámbar con inclusiones de aire, pizcas de polvo, gotas de agua, fragmentos de plantas, plumas, conchas marinas, insectos e incluso pequeños vertebrados.
Este proceso tan asombroso hace que desde un punto de vista científico el ámbar sea extremadamente valioso ya que constituye una importantísima fuente de información para conocer ciertos aspectos de la vida en nuestro planeta hace miles e incluso millones de años. Gracias a determinados ejemplares de ámbar que conservan fragmentos de ADN e incluso glóbulos rojos (algunos de especies ya extinguidas), los científicos han podido recrear ecosistemas de hace millones de años.
Durante miles de años, los mayores depósitos de ámbar se hallaban a lo largo del Mar Báltico, a este ámbar se le conocía como “oro del norte” y su comercio seguía rutas comerciales que terminaban en el Lejano Oriente. El comercio del ámbar báltico también transportaba los mitos de los pueblos de las tierras del norte que rendían culto al sol y que creían que éste se convertía en ámbar al fusionarse con el agua del mar tras la puesta de sol sobre el mar. Todo ello dio lugar a multitud de creencias que hoy conocemos gracias a historiadores y escritores griegos y romanos que recopilaron relatos acerca del origen del ámbar. En la mayoría de estos escritos el sol, el mar y los ríos eran protagonistas; quizás porque la mayoría del ámbar se encontraba en las costas o quizás también por las leyendas sobre el ámbar y el sol de los pueblos del norte que llegaban a través de las rutas comerciales.
En cualquier caso, esta piedra era muy popular entre los griegos y etruscos. En la Odisea, Homero describe con detalle el collar de oro y ámbar que Penélope recibe como obsequio de uno de sus pretendientes: “el collar era de oro y cuentas labradas de ámbar que brillaban como los rayos del sol”. La mitología griega también cuenta que las Helíades, hijas de Helios (dios del sol), lloraron durante meses la muerte de su hermano Faetón y que los dioses convirtieron sus lágrimas en piedras de ámbar que cayeron a un río para ser llevadas por el agua hasta el mar.
El ámbar se asociaba de forma recurrente con el duelo tras la muerte y formaba parte de ritos funerarios tal y como muestran numerosos restos arqueológicos de ámbar báltico encontrados en tumbas de Micenas en Grecia. Puede que se estableciera este vínculo entre el ámbar y la muerte por el hecho de que esta piedra de algún modo también puede considerarse un tipo de tumba al preservar para siempre los restos y el recuerdo de una vida. El caso es que su papel en el duelo se resalta en muchos textos como el del poeta griego Quinto de Esmirna sobre los funerales tras la caída de Troya. En ellos relata con detalle que los asistentes depositaban ámbar sobre los cuerpos de Aquiles y Áyax como símbolo de la memoria permanente de sus vidas y de las lágrimas por el duelo tras la muerte de éstos.
Entre los romanos también se popularizó mucho el uso del ámbar; el emperador Nerón envió una expedición al Mar Báltico para traer grandes cantidades de esta piedra a Roma. En estos tiempos los gladiadores romanos encargaban tallar imágenes de sus combates en placas de ámbar y entre las mujeres se había extendido la creencia de que amuletos con peces, ranas y conejos tallados en ámbar garantizaban su fertilidad.
Sin duda, el ámbar es una piedra que resulta fascinante por su origen, relevancia científica y su protagonismo en la historia y la mitología. De vez en cuando las noticias nos sorprenden con hallazgos de nuevos especímenes con inclusiones de plumas, insectos, flores, plantas de hace millones de años y que nos recuerdan lo viejo y maravilloso que es este planeta en el que tan solo estamos de paso. Disfrutemos del precioso regalo de la naturaleza y de esos paseos por los bosques otoñales antes de que las hojas de color ámbar caigan al igual que lágrimas de Helíades despidiendo al otoño.