Artículo para la revista En Femení, n° 92 Primavera 2023.
La primavera y su equinoccio marcan el tiempo en el que el día y la noche se igualan; la primavera, que “la sangre altera”, es la estación en la que al igual que muchos animales, nosotros también salimos del letargo del invierno y volvemos a florecer al ritmo que lo hacen muchas plantas. Resulta una época perfecta para poner en marcha proyectos que hemos ido incubando y dando forma durante el invierno. Proyectos que ilusionan y que también requieren grandes dosis de energía para llevarlos a cabo.
La primavera es sinónimo de verde, color que representa a la vegetación, a la naturaleza y a su poder regenerador. Un color que se asocia con la fertilidad, el crecimiento, la fuerza y la energía. El verde suele vincularse a la sanación, a la frescura, a la esperanza y al optimismo.
Entre todas las variedades de piedras verdes que podemos encontrar (que son muchas y todas de gran belleza), esta vez me he decantado por la crisoprasa, una piedra que me encanta utilizar en mis colecciones de primavera. La crisoprasa es un tipo de cuarzo, en concreto de la familia de las calcedonitas y está formada por cristales tan finos y diminutos que resulta imposible diferenciarlos. Su nombre procede de las palabras griegas “chrysos” (oro) y “prasinon” (verde) y fue una piedra muy utilizada tanto en la Antigua Grecia como en Roma a modo de anillos y sellos.
La crisoprasa contiene pequeñas concentraciones de níquel y su tonalidad puede variar desde el verde-manzana hasta un verde intenso muy parecido al de las esmeraldas. Las variedades más cotizadas son las verdes brillantes mientras que las de color más apagado son mucho más asequibles. Los mayores yacimientos de crisoprasa se encuentran en Australia Occidental donde se la conoce como “jade australiano”.
A lo largo de la historia, encontramos interesantes referencias a esta piedra, quizás la más antigua sea la que podemos leer en la Biblia, en concreto en el libro del Apocalipsis (capítulo 21) en el cual se describe con gran detalle las murallas de la Ciudad Santa cuyos pilares están decorados con 12 piedras preciosas:
“Y los fundamentos del muro de la Ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.”
En la Edad Media se asoció cada una de estas doce piedras con los doce apóstoles de Jesucristo y la crisoprasa fue atribuida a Judas Tadeo. Los caballeros que regresaban a Europa de las cruzadas extendieron la leyenda de que el Santo Grial estaba hecho de crisoprasa, así que el uso de esta piedra para elaborar objetos de decoración y joyas comenzó a ser habitual entre la nobleza y el clero.
Curiosamente la crisoprasa ha sido la piedra favorita de grandes líderes a lo largo de la historia. Cuentan que Alejandro Magno siempre llevaba una crisoprasa en su cinturón a modo de amuleto de fuerza y protección para luchar en las batallas. Otro admirador de esta piedra fue Federico el Grande, rey de Prusia, que fue un gran experto y estudioso de las piedras naturales. Para la decoración de su residencia de verano, el palacio de Sanssouci en Potsdam, viajó a los yacimientos de Silesia (Polonia) y eligió personalmente las amatistas, serpentinas y crisoprasas que decoran las paredes y los suelos de este palacio. Esta piedra se puso muy de moda entre la nobleza prusiana ya que se percibía como un símbolo de lujo y prosperidad.
La crisoprasa también era muy admirada en Rusia en tiempos de la emperatriz Catalina II que era una apasionada de las piedras. En su extensa colección de joyas, destacaba un anillo con montura de oro y una gran crisoprasa rodeada de diamantes. En la actualidad, este anillo puede contemplarse en el museo Hermitage de San Petesburgo.
Actualmente, en terapias holísticas suelen recomendar la crisoprasa para estimular la creatividad, la comunicación y el pensamiento fluido, así como para mejorar la seguridad y confianza en uno mismo. En definitiva, se la considera una buena compañera a la hora de tomar decisiones y embarcarse en nuevos proyectos.
Quien sabe, quizás por estos motivos la crisoprasa fuera la piedra fetiche de personajes como Alejandro Magno y Federico de Prusia. Puede que ellos hallaran en el increíble verde de esta piedra, la fuerza y la energía que se asocia a este color y que son tan necesarias para liderar y afrontar retos.
La realidad es que el verde de la crisoprasa evoca la más pura esencia de la primavera. Contemplar o llevar una joya con esta piedra de algún modo te alinea aún más con el ritmo de la naturaleza en esta estación, al menos yo lo siento así. Pronto sacaré mis pendientes del joyero para que me acompañen durante la campaña de primavera que viene llena de proyectos y también de mucho verde. Porque el verde inspira y mucho y porque como escribrió Lorca “verde, que yo te quiero verde”.
1 Comentario. Dejar nuevo
Me ha encantado el artículo Sílvia !! Muchísimas felicidades campeona ! Un fuerte abrazo !????????