Artículo para la revista En Femení, n° 93 Verano 2023.
“La hermosa aguamarina, que parece haber venido del tesoro de las sirenas desde el fondo de un mar de verano, tiene encantos que no se pueden negar”, así describía la piedra de aguamarina el historiador romano Plinio el Viejo en el siglo I.
El nombre de esta piedra procede del latín, de la conjunción de las palabras “aqua” y “marine”, que literalmente significa “agua del mar”. Las aguamarinas, una variedad del berilo, deben su color azul a las impurezas de hierro. La intensidad del color varía desde el azul pálido hasta un azul intenso y oscuro (variedad más cotizada) pasando por el azul verdoso.
La asociación de las aguamarinas con el océano trasciende toda religión, cultura o época histórica, ya que su incomparable azul evoca la fascinación que el ser humano ha sentido desde el principio de los tiempos por el mar y todas las maravillas que éste guarda bajo sus aguas. Esta piedra encierra siglos de leyendas y mitos.
Según la mitología griega, la aguamarina era la piedra de Poseidón, dios de todos los mares, que con su tridente agitaba o apaciguaba las aguas del mar. La aguamarina era considerada una piedra de protección y calma para todo aquel que se aventurara en el mar. Algunas leyendas hablan de marineros seducidos por sirenas, cuyas colas estaban adornadas con aguamarinas que resplandecían bajo el agua. Marineros que llevaban aguamarinas a modo de amuleto para que les ayudaran aplacar la ira de Poseidón y a mantener la calma mientras viraban sus barcos en medio de tempestades.
Para los romanos, la aguamarina era la piedra sagrada de Neptuno, dios del mar, y protegía contra las tempestades. En esta época, la mayoría de las piedras procedían de India, país donde se extraía prácticamente toda la aguamarina en la antigüedad. Con la expansión del imperio romano, las leyendas sobre las aguamarinas se extendieron por todo el Mediterráneo y más allá.
Pero los marineros no fueron los únicos que pensaron que las aguamarinas podían protegerlos; en la Edad Media, los alquimistas creían que esta piedra además de favorecer la digestión purificaba cualquier líquido en el que se sumergiera. En una época en la que los envenenamientos por ingestión de líquidos eran habituales, esta piedra fue muy apreciada por monarcas y gobernantes. Se popularizó también su uso entre curanderos que hacían polvo de aguamarina para curar enfermedades como infecciones y reacciones alérgicas.
A lo largo de la historia, las aguamarinas han fascinado por la belleza de su color azul y diversas familias reales las han elegido para decorar sus joyas. Sin duda, las joyas de la corona más famosas y deslumbrantes elaboradas con aguamarinas son las de la familia real británica.
En 1953, con motivo de la coronación, el presidente de Brasil Getúlio Vargas le regaló a la Reina Isabel II un conjunto de collar y pendientes elaborados con aguamarinas y diamantes sobre montura de platino. La Reina Isabel II, una gran admiradora de esta gema, encargaría años después una tiara a juego que posteriormente completaría con un brazalete, broche y pasador para el cabello.
Pero si pienso en aguamarinas, inevitablemente me acuerdo de Diana de Gales, sentada en la pasarela de un barco en las aguas de Portofino con un traje de baño azul celeste tan solo una semana antes de morir. Es una de las fotografías más conocidas de ella: las aguas del Mediterráneo, de un azul intenso y limpio como el de su mirada, como el de la aguamarina del icónico anillo que había encargado un año antes. Su íntima amiga, la brasileña Lucia Flecha de Lima le había regalado una espectacular aguamarina tras el divorcio de Carlos de Inglaterra como símbolo de un nuevo comienzo.
Se trata de un increíble ejemplar con el que Diana encargó hacer un anillo de talla esmeralda montado sobre oro amarillo y rodeado de diamantes diminutos. Diana lució este anillo en diferentes ocasiones, la última de ellas en Christie’s, durante una subasta con fines benéficos de uno de sus vestidos en Junio de 1997. Tan solo dos meses antes de su muerte. Dos décadas más tarde, este anillo ha vuelto a ser el centro de atención en la mano de Meghan Markle que lo recibió como regalo de boda del Príncipe Harry. Con el tiempo se ha convertido en una pieza icónica imitada por muchas marcas de joyería en versiones más asequibles y que se conoce como “Diana’s aquamarine ring”.
Y así, con el paso del tiempo, las aguamarinas siguen acumulando mitos, leyendas y también historias; a veces de calma y otras de tempestades. La aguamarina siempre será la piedra del mar y de la búsqueda de la calma y la protección.
La calma que buscaba Diana sentada en la pasarela del barco en las aguas del Mediterráneo; las mismas aguas en las que marineros griegos y romanos navegaban, las mismas aguas que Poseidón y Neptuno agitaban y apaciguaban siglos atrás.