Cornalina y Otoño

Artículo para la revista En Femení, n° 90 Otoño 2022.

Desde tiempos remotos, las piedras (minerales) han cautivado a hombres y mujeres y han sido grandes compañeras a modo de amuletos, ornamentos y joyas. Símbolos de amor, de amistad, de un sentimiento, de una creencia; todas ellas resultan fascinantes por sus formas, colores y texturas.

Desde una perspectiva menos evocadora, las piedras tienen una gran relevancia ya que muchas de ellas son utilizadas en procesos industriales y científicos para crear objetos, utensilios y también compuestos
que están presentes en nuestra vida cotidiana.

Pero esta sección está dedicada a la faceta más cautivadora de las piedras; a ese “je ne sais quoi” que ha seducido a hombres y mujeres desde tiempos inmemorables. A esa magia que guardan estos entes inorgánicos creados a fuego lento por la naturaleza y que surgen de lo más profundo de la madre tierra.

Sin duda constituyen otra muestra de las maravillas que la naturaleza nos regala. Las piedras son micro mundos y cada una de ellas alberga un universo único con su particular disposición de átomos y elementos químicos, ¡pura energía concentrada!

No es casual que las personas sintamos predilección por determinadas piedras o que según el momento vital que estemos viviendo nos sintamos más atraídas por un tipo de piedra en concreto. Al fin y al cabo, nosotros también somos pura química y energía.

Energía que se siente diferente según las estaciones del año; ahora llega el otoño, estación que personalmente encuentro fascinante. En Andorra en concreto resulta un auténtico regalo para los sentidos; la naturaleza está exuberante: los bosques se tiñen de ocres, marrones, rojos y burdeos… todo un espectáculo.

Es la época en la que los días se acortan, llegan las lluvias y el viento arranca las hojas de los árboles cubriendo la tierra con un manto multicolor y parece que después del vibrante verano todo se ralentiza, incluido nuestro propio ritmo.

Y al compás de lo que ocurre a nuestro alrededor, nos llaman la atención las piedras en tonos otoñales, piedras en tonos ocres, naranjas, rojos, burdeos y marrones como cornalinas, citrino, corindón, turmalina y cuarzo ahumado. Entre todas ellas, me gustaría destacar la cornalina que con sus variedades desde el rojo anaranjado hasta los tonos marrones (según la concentración de óxido de hierro) quizás sea la que más representa ese festival de colores que es el otoño. Una piedra que se identifica con el elemento fuego; una piedra de sabiduría, poder, fuerza y protección y que ha tenido mucho protagonismo a lo largo de la historia.

Para los antiguos egipcios era el símbolo de la vida, de la diosa Isis. Se han encontrado muchos “escarabeos egipcios” (amuleto en forma de escarabajo pelotero) tallados en piedra de cornalina. Se creía que en vida protegía y otorgaba fuerza y poder a su portador y que también ayudaba a trascender al más allá. Creían
que la diosa Isis llevaba cornalina para acompañar a los difuntos en su transición.

Esto explicaría los hallazgos de escarabeos de cornalina en tumbas, así como las incrustaciones de esta piedra en la máscara funeraria de Tutankamón; realizada en oro y con incrustaciones de cornalina, lapislázuli y turquesa, piedras también muy admiradas en el Antiguo Egipto.

Los primeros cristianos, también tallaban símbolos de fe en cornalinas naranjas a modo de joyas para identificarse entre ellos y protegerse de persecuciones.

Y en estos tiempos convulsos que vivimos, ¿por qué no elegir una piedra de cornalina para llevar con nosotros? Un amuleto o una joya llena de color y energía para transitar por esta estación que a pesar de ser todo un espectáculo de la naturaleza, a veces también se nos hace un poco cuesta arriba porque los días se vuelven más cortos y oscuros. Una piedra asociada al elemento fuego; al calor de una chimenea o de unas velas, a ese calor de hogar que parece que nos apetece mucho más cuando llega esta estación.